El mundo ha dado muchas vueltas y la luna ha danzado detrás de muchas tormentas. He corrido detrás de musas y me he fatigado sin poder tocar el espejismo. He soñado creyendo, he dormido esperando, he peleado sonriendo y he dado al dolor mi última gota de razón por la vida.

He llenado a mi amada con rosas de ensueños y ella ilusionada ha llenado nuestro valle de vivos recuerdos y alegres cabriolas sobre pastizal.

Los relojes hablaban entre sí, mientras yo hacía de caminos encrucijadas y profesando empujaba las montañas al mar sin darme cuenta que los relojes lamentaban las pérdidas de sus manecillas y de mi amor.

Temblores en el suspiro y desacierto al caminar, carencia de sensatez y así como el flujo tiene su reflujo, una y otra vez regresaba a mi propio mal.

Mas la providencia tiene cierta compasión que pocos la entendemos o pretendemos entender. Ella me ha levantado una y otra vez hasta llegar a este punto en el camino en el cual pinté una piedra, la más grande, con los colores más vivos, para llenar nuestras almas con esa alegría y agradecimiento porque, a pesar de los presagios, sigo vivo.